Por: Valeria
El pasado 2 de febrero fue el aniversario de Santa Sabina.
El pasado 2 de febrero fue el aniversario de Santa Sabina.
Los conocí en 2002, en un concierto al que fui más a fuerza que de ganas. Con ocho años, yo prefería estar jugando en la calle con mis amigos. Mamá nos sentó a mi hermana y a mí en nosédónde, en un huequito entre la gente (teníamos buena vista al escenario) la plaza Juárez de Metepec ya estaba atascada.
Yo, un tanto furiosa, aburrida y con frío, no podía creer que estuviéramos ahí esperando a noséquébanda, sólo sabía que a mis hermanos mayores y a mi papá les encantaba su música (y por lo visto a toda esa gente amontonada y vestida de colores oscuros, también). Todo ese ambiente que se empeñaba en ser hostil, cambió con las primeras notas que salieron de aquellos instrumentos, era "Mirrota" lo recuerdo bien, y creí que la gente había ensayado algún tipo de coreografía para esa noche: todos agitaban sus manos al ritmo del bajo.
La mujer sobre el escenario se robó por completo mi atención, traía un vestido rojo que combinaba con sus labios, sus movimientos estaban cargados de enorme sensualidad y teatralidad. Cuando su voz salió de ese diminuto cuerpo, todo en mí estalló por dentro, seguro una leve taquicardia me asaltó en ese instante. Pregunté a papá una y otra vez el nombre de esa mujer, no sabía que esas cuatro letras se quedarían en mí y crearían amor, un amor tan bello, por su voz, su música, su humanidad.
Así, a mis ocho años el ritual presenciado esanoche fue el puente que me llevó de Yucatán A Go-go y Patita de perro a Santa Sabina, y más tarde a La Barranca, a San Pascualito Rey, etc(etcétera inagotable). Así, ya no cantaba más “Mamá, mamá, ya no me des pollito”, sino “Puedo intuir, puedo oler, pedo pensar, pero saber, jamás”.
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