martes, 10 de febrero de 2015

CULTURA A DOMICILIO

De “Los Geranios y la Nieve” o el hartazgo por la inseguridad y la violencia
Por Paloma Cuevas Ramos
@PalomaCuevasR

“Al parecer los cuerpos jóvenes crujen más que los viejos, sobre todo cuando se mete a una misma red a una muchacha y un muchacho. Más aún si los dos se aman o sienten que se aman. Digamos que el crujido de sus huesos y el rasguño de su carne es proporcional al amor que se profesan…”
Guzmán, A. (2014) Los Geranios y la Nieve. 
Toluca, México. Diablura Ediciones.


Hace poco leí a cabalidad el libro “Los Geranios y la Nieve” de la autoría de Alonso Guzmán a quien muchos conocemos por su trabajo en la radio, más específicamente en UniRadio, pero quien además de eso se ha dedicado durante mucho tiempo a escribir de temas diversos.

Debo confesar que me acerqué a los “Geranios y la Nieve” con respeto, con el que merece una obra de arte, y sobre todo con las debidas precauciones considerando el historial de su joven autor: Alonso Guzmán nacido en Toluca por allá del siglo pasado (para ser más justos en 1980), y por razones de títulos nobiliarios Licenciado en Letras Latinoamericanas por la Universidad Autónoma del Estado de México. Egresado de la escuela de escritores del Estado de México y parte integrante del taller literario Urawa. Contando en su haber con el Premio Alejandro Ariceaga para primera novela en 2006 por “La Agonía de la Marmota”. Ha participado también en antologías y revistas nacionales. Próximamente tendrá participación en antologías de narrativa y poesía del Fondo Editorial del Estado de México.

Había sido advertida de que este no era un libro “normal” y sin embargo no hice caso, es parte de mi naturaleza atreverme a lo que “no se debe”, y debo decir que tuve que leerlo más de tres veces para poder pasar de las primeras diez páginas, y no porque no sea interesante, sino por todo lo contrario, por la necesidad de desenredar la maraña de lo no previsible… la  violencia en sus letras y la agresividad sublime de sus palabras.
No es un libro de amor, ni una novela rosita, es más bien un rompimiento literario con lo que se espera, sin una secuencia aparente y con un hilo conductor desesperado que hace de las letras una manera de vomitar el dolor que generan las desapariciones, que involucra la soberbia y sobre todo esta vida que no  va más allá de ser Godínez o morir en el intento, mientras juniors indiferentes y anestesiados reciben “su merecido” y sin entender el porqué de que de repente la violencia sea el cotidiano que convive con esta estúpida sensación de muerte y olor a Mictlan que pulula en el aire…
Al preguntarle a Alonso Guzmán qué lo impulsó a escribir “Los Geranios y la Nieve”, su respuesta es clara y contundente: “La violencia en la ciudad de Toluca. Mi Toluquita de los ochentas y noventas se ha ido para siempre. Han asesinado a amigos, han robado, golpeado, destruido su pasado y la han dejado con un futuro incierto, desolado. A nadie pareciera importarle, mucho menos a los ayuntamientos, ni a la gente, ni a nadie. Es una ciudad cada vez más horrenda, más sucia, más sola.  La han dejado sola con sus fantasmas que son cada vez más y pesan.”
Ante esa respuesta no queda más que sentirnos un poco culpables por no mirar, por no hacer, por ser indiferentes, por dejar de lado sus amaneceres y atardeceres, pero sobre todo por ser mudos testigos del sin sentido que amenaza con abrasarlo todo.
Al preguntarle qué siente ante esta realidad tan absoluta contesta: “Estoy harto, de verdad lo estoy de la ciudad que están dejando, que estamos construyendo... por eso trato de mitificarla, reconstruirla; pero el resultado, ¿sabes? siempre es caótico y apocalíptico.”

Al decirle que tal vez no sea más que la consecuencia del germen de donde proviene, ya que no se puede dar lo que no se tiene y al sentir que  Toluca es caos en estos momentos, su mito tendría que ser bastante escatológico y se entiende por lo tanto que en la obra haya momentos que son muy poéticos y otros tantos que son por demás crudos… entonces Alonso contesta: “ajá, es lo que quería lograr, esa ambivalencia, por eso el constante viaje hacia el pasado indígena…” y es que se habla de matlazincas, y de ritos y de canibalismo y sin embargo hay cosas que lastiman el estómago, pero acaso ¿no lo lastima también la terrible realidad de todos los días? Una de las maravillas de ser quién escribe radica justamente en la subjetividad de las experiencias que se vuelven la razón para que todo carezca o encuentre el sentido.
El saber que detrás de cualquier puerta puedes esconderse un Mr. Henry cualquiera que protegido bajo su nacionalidad extranjera y con cara de maestro de inglés de escuela de “paga”, que se dedica entre otras cosas a raptar a las niñas inocentes que caen en sus garras de buitre, que juega con sus presas, las viola, destruye, tortura y mata, conservando sus huesos como si fueran trofeos, el problema radica en el último objeto de su afecto: Greta, una pequeñita de kínder con la que decide jugar por años después de haberla raptado.
El juego del pederasta estaría incompleto si no jugara al mismo tiempo a ser un buen vecino, consolando a los padres de las niñas que el mismo ha sustraído. Desechando con su “buena conducta” aparente todo rastro de sospecha, después de todo él “sólo es un maestro”. 
Incansable coleccionista de vidas inocentes que no termina con la muerte de saciar sus sentidos, sino que en la nostalgia encuentra una razón para continuar vivo en el goce que le provocan los fantasmas que evoca durante el libro.
El canibalismo como pretexto perfecto para hablar del hartazgo y de la náusea constante, del dolor que genera el vacío de valores, la superficialidad y lo frágil de la vida, la próxima vez que se escuche a la muerte llegar y tomar lo que aún no le pertenece la respuesta será: no te preocupes “Sólo es el crujir de los geranios que se tronchan y la escarcha que reparte la nieve sobre los jardines y los parabrisas de Toluca…”
Hasta la próxima semana en que seguramente encontraremos una razón más para aferrarnos al exilio de la muerte que es la vida… Mientras tanto: ¡Vámonos a vivir!
D.R. Paloma Cuevas R. 2015
@PalomaCuevasR



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